viernes, 13 de marzo de 2009


Tras las cámaras, en el luminoso pero frío pasillo de los extras cinematográficos
donde todos somos uno y uno, todos...
-como un D'Artagnan con alzheimer-
nos pasamos la vida esperando la llamada del director de orquesta,
para pasearnos por el plató como lechuzas sin rostro
o el perro sin rostro,
corriendo tras el hueso de plástico con “sabor a carne verdadera”
que nos permite vislumbrar de refilón
por cuatro pesos
desde nuestra incómoda pero verdadera posición
del ayudante del ayudante del ayudante del protagonista
el paraíso del éxito y la fama
y seguir soñando
aquí abajo
en la caverna
en el pasillo
con nuestros 5 minutos
esos que no existen
esos que siempre le tocan a otro
esos que todos los lunes nos repite nuestro jefe
serán nuestra salvación
(nuestra recompensa)
por haber representado nuestro papel sin chistar
e ir al sacrificio,
con una sonrisa eterna
en los labios.

Posted by Esto que acaba de leer, lo afirmo como que me llamo Lucila en 8:59
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martes, 24 de febrero de 2009


La agridulce tragicomedia
de la vida on line,
evidencia incólume
de nuestra complicidad con lo humano,
(que no con los humanos)
con un apagón eléctrico
de golpe se terminó.

Y me encuentro ahora, sola
viendo mi pantalla obscura
y espero
porque sé que éste él mundo virtual pronto regresará
pues el mundo real, sin el virtual, colapsaría,
sí,
colapsaría

Y eso no es productivo ni al capital
ni al deseo,
y por eso
bueno,
por eso espero...

Posted by Esto que acaba de leer, lo afirmo como que me llamo Lucila en 20:34
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lunes, 2 de febrero de 2009



La noche se piensa a sí misma, primerísimo en las gárgaras, con los restos del día;
pero comenzando a producir los delgados cristales de la vigilia, se hace a ella lentamente.
La noche tiene un espesor, aunque menos pronunciado que la suma de todas sus oscuridades. Las oscuridades de los seres humanos que la piensan (piensan la noche) desde sus habitaciones, individualmente, son parte de la suma cualitativa de esas oscuridades.
La noche es mucho más grande que esa salvaje ausencia de luz, ese cuento Standard de la noche. Porque esta salvaje ausencia de luz es simplemente lo que decide cada persona de su porción de oscuridad, iluminando, sin embargo, la parcela en la que se encuentre.
Me han dicho: "Porque sino ilumina, de vez en vez, el lugar en el que está recostado, la oscuridad no es reconocible." (sic) Esa pequeña iluminación, es lo que hace de la noche un mar que deja entrever pequeñas islas de reconocimiento.
En la noche, las casas de los hombres emergen como islotes, (¡como si estuviesen aisladas!), solo reconocidas las que muestran su halo de luz. (¡Mi casa camalotal a la deriva!).
Son las ventanas de las casas de los hombres, las que siembran ojos en los rostros de la noche. Las luces de las casas de los hombres son en el océano nocturno, tibias luces de navegación.
Las luces de la casa tiemblan y se apagan. Algo de mí se va con ellas.
Dentro de la casa los objetos adoptan esa tensa inmovilidad parecida a la protesta,
al mal morir - o a esa belleza inútil con que se adornan las cocinas, los muebles, las sabanas, cuando la gente duerme.
Los hombres esperan sueños o un apenas poder cerrar los ojos.
La noche no espera, (pues la noche es)
Si la noche no es, entonces no Es ese océano minado de pequeñas islas que re interpretan la oscuridad (¡por saber iluminarse! han dicho), entonces:
la noche es un espejo,
en el que todavía
no sabemos mirar.

Posted by Esto que acaba de leer, lo afirmo como que me llamo Lucila en 17:01
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